Una vez que hemos dejado atrás las expectativas generadas con la entrada del nuevo año, o se han diluido las grandes intenciones en el transcurso de los días. Sumergidos en el invierno, el frío y la disminución de las horas de luz, parece que propician estar en general con menos movilidad externa. Como si fuéramos osos que duermen y duermen para conservar su energía corporal hasta que el calor favorezca el crecimiento del alimento, sólo entonces pueden dejar de hibernar.
Para lo bueno y lo mejor, no somos osos. Aunque cuando nuestra forma de vida la programamos “en automático”, nos dejamos llevar por la inercia de la rutina y de la actividad, es como si la vida fuera una hibernación continua.
Vivir en piloto automático es un estado constante de supervivencia para realizar las actividades en el día a día, rutinas que se pueden transformar en situaciones estresantes y de ansiedad, la inercia de volver una y otra vez a los mismos patrones de funcionamiento, las mismas respuestas justificadas desde la pereza o el miedo. La cabeza continuamente ocupada con pensamientos rumiantes, con ruido mental que agota la energía vital y deriva generalmente en la insatisfacción o la queja.
Las respuestas automáticas también suelen provocar una gran reactividad, reacciones impulsivas que impiden contemplar diferentes posibilidades para afrontar las experiencias adversas con más calma y sin tanto sufrimiento, con aceptación y menos dramatismos.
Poner la consciencia en disfrutar de las cosas más sencillas de cada día, de una ducha, saborear una comida, pasear por la naturaleza… Conectar con lo que tu cuerpo necesita, cómo lo sientes, qué emociones están presentes en este momento. Sabemos que las prácticas corporales ayudan física y emocionalmente a sentirnos mejor.
Y también ser consciente cuando eliges estar en piloto automático si lo que necesitas en este momento es hibernar por un tiempo.
Te invitamos a conectar con lo que necesitas para vivir la vida con más consciencia, que cuando la primavera asome nos encuentre con ganas.